Piscina
para un escultor


Colombia
2012

       




Basta salir de la casa para sentir los ecos de esos sitios que se han visitado, para  tener recuerdos e impresiones del pasado. Querer regresar a Río Claro, Río Arma, Río La Piñuela y Charco Azul, al paseo de agua y juego. De agua fría y bruma. Volver a ellos a través del agua verde de un río (un verde que muta según la profundidad o la superficie) en una piscina que busca, a partir de una idea de inmersión amplia, hacer que el hombre que se sumerge se sienta parte del todo en el que se encuentra emplazada.
Este proyecto no sólo habla de inmersión en el agua, también de inmersión en el paisaje, en la topografía: ubicada en El Retiro, la piscina se funde en la ladera mirando hacia la represa de la Fe.  Una línea larga y delgada que se prolonga para conformar una terraza nos habla de movimiento, busca perderse en el bosque nativo.  Perderse también es inmersión.





Al pretender que la piscina sea una con el paisaje y se inscriba en el relieve (a partir de la continuidad y la contención), se persigue la idea de que en la profundidad de la piscina también se genere una geografía propia, que se acomode a diversas posiciones humanas parrticulares de la actividad acuática. Se estudia la ergonomía para que el hombre se sienta cómodo como parte del sistema único creado.

El turco —ubicado debajo de la terraza para configurar un solo elemento— continúa con la lógica de la inmersión en el entorno:  cerramiento en teja de vidrio artesanal  y matices de verde,  se propone una nueva forma de entender la idea de turco, alejándose de la penumbra y la reclusión que la caracterizan.

El proyecto de la piscina para un escultor gira en torno a la exploración de una idea acerca de los límites. ¿Qué tan difusa puede llegar a ser la frontera entre el afuera y el adentro  cuando una piscina —el lugar— transforma el entorno y, a la vez, se ve transformada por ese paisaje termal?
 

          
       

























 




  















                
















                                

              














       











El sol aún no se había alzado. Sólo los leves plie­gues, como los de un paño algo arraigado, permitían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo raya­ban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente.



Virginia Woolf (1882-1941)
Las olas (1931)

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Diseño: Arq. Edgar Mazo, Arq. Sebastián Mejía (como Paisajes Emergentes)
Desarrollo: Est. Érica Martínez, Est. Tess Walraven, Est. Víctor Marechal
Fotografías: Connatural, Víctor Marechal
Localización: El Retiro, Antioquia, Colombia.


2012

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